Si hoy nos preguntáramos para qué sirve la electricidad enumeraríamos decenas de usos: lavadora, ordenadores, semáforos, etc.… En la actualidad todo lo que esté “enchufado” funciona gracias a la electricidad.

Hoy no sabríamos vivir sin ella. No obstante, hubo un tiempo en el que la electricidad no “existía” como tal. No tenía aplicaciones prácticas. Hubo un tiempo en el que su uso era básicamente recreativo en fiestas de la nobleza.

No nos centraremos ni en Volta ni en Faraday; ni en Tesla ni Edison.  Nuestros detectives de la historia han querido centrar su búsqueda en aquellas anécdotas de “electricidad de salón”. Y no podemos hablar de otra anécdota que no sea la que protagonizó  la botella de Leyden, un Abad,  el mismísimo Rey Luis XV de Francia.

Un poco de historia

El siglo XVIII fue un período clave en el progreso de las investigaciones sobre electricidad. En 1707 Hawksbee construyó una máquina eléctrica de fricción (perfeccionaba la máquina  capaz de producir grades cantidades de carga por frotamiento de Von Guericke, sustituyendo la bola de azufre por un globo de vidrio).

Esto no fue más que el comienzo. Cada vez se fueron fabricando máquinas eléctricas más potentes. En 1746 Pieter van Mussenchenbroek, profesor de física de la Universidad de Leyden, creó la famosa “Botella de Leyden” como se inventan todas las cosas en nuestra historia. Por accidente (y casi fatal).

Botella de Leyden o condensador

Musschenbroek intentaba capturar electricidad en una botella, para lo cual conectó una botella llena de agua, mediante un cable de latón a una máquina electrostática. Un estudiante mantenía la botella mientras Musschenbroek hacía funcionar la máquina. Cuando el estudiante tocó el cable con la mano libre recibió una tremenda sacudida.  Repitieron el experimento, esta vez a la inversa: el estudiante hacía funcionar la máquina y Musschenbroek sostenía la botella. La sacudida se produjo (incluso con más intensidad que la vez anterior). Musschenbroek había descubierto (accidental e inadvertidamente) que las cargas podían ser almacenadas en un objeto adecuadamente construido.

El abad curioso

La noticia de que el agua almacenaba la electricidad llegó a oídos del Abad Jean Antoine Nollet  (mormón y físico francés) quien muy pronto hizo mejoras. Demostró que el agua no tenía que ver con el almacenamiento y añadió placas de estaño muy finas por dentro y fuera de la botella. Con aquello la cantidad de electricidad acumulada era mucho más grande que la botella original. La botella de Leyden, (como le llamó Nollet), fue un éxito inmediato, se difundió rápidamente, y sus descargas de electricidad “estática”, se convirtieron en uno de los principales temas de conversación de la época.

 

Jean Antoine Nollet divulgador científico

 

Jean Antoine Nollet, fue el primero en realizar estas demostraciones en París del poder de acumulación de su vasija. Se hizo tan famoso que sus demostraciones llegaron a oídos a del Rey Luis XV de Francia.

200 monjes saltando

A Nollet no le bastaba con haber mejorado la “Botella de Leyden”. Quería saber a qué velocidad se propagaba la electricidad en un conductor (era la discusión científica de la época). Al ser el Abad del Gran Convento Cartujo de París pidió la colaboración de sus monjes(200). Preparó una enorme botella de Leyden (1,6 metros de altura) e hizo que los monjes formasen una circunferencia de 1,5 kilómetros de longitud. Para que la circunferencia fuera grande, cada monje tenía en sus manos un cable de hierro con los se conectaba con su adyacente (monje-cable-monje-cable…) Era un circuito formado por monjes y cables. Cuando Nollet cerró el circuito (conecto el primer y el último cable a la Botella de Leyden, envió una descarga a todos un cada uno de los monjes. Todos saltaron, saltaron a la vez y Nollet no  pudo ver la diferencia entre el primero y el último por lo que dedujo que la velocidad de la electricidad es muy alta.

 

Experimento botella de Leyden y 200 monjes

 

El hecho llegó a oídos del Rey Luis XV de Francia, mecenas de científicos e ingenieros. El monarca quiso ver el experimento. No obstante, los 200 monjes no quisieron repetir la experiencia de la descarga. Se negaron de tal manera que Nollet tuvo que “utilizar” a 180 guardias reales para su experimento. Y lo hizo. Consiguió hacerles saltar con la descarga eléctrica. Varias veces.

A partir de ese momento recibir descargas eléctricas  de la “Botella de Leyden” fue una moda en la corte.

En cuanto a Nollet, su fama como divulgador científico,  en 1743 publicó su obra Lecciones de física experimental; descubrió la difusión de los líquidos y observó cómo el sonido puede propagarse en medio líquido, le valió para acabar siendo profesor del hijo único de Luis VX, Luis XVI de Francia.

Aunque la historia, siempre le recordará por aquel Abad que levantó el hábito a 200 monjes a la vez.