Desde todos los lugares de Europa cruza una senda que conduce a las tierras gallegas a la tumba del Apóstol Santiago. Cientos de personas la recorren todos los años siguiendo la marca de la concha de Santiago. En este artículo se va profundizar en el origen de esta tradición tan arraigada en España y que atrae a personas de todas partes del mundo a nuestras tierras.

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  1. La leyenda de la tumba de Santiago.

Según reza la leyenda los huesos del Apóstol vinieron a descansar a España traídos de forma mágica o milagrosa, si se prefiere, desde Jerusalén. Este historia comienza cuando el Apóstol– hay dudas si es Santiago el Mayor, llamado Zebedeo, o Santiago el menor Alfeo- llegó a las tierras de los celtas y los iberos para convertir a esta gente al cristianismo. Desembarcó el Santo junto con un perro en Iria Flavia, lo que es hoy día la parroquia de Padrón en la provincia de A Coruña, donde construyó la primera Iglesia dedicada a la Virgen (que se puede ver en la fotografía). Después se dirigió a Muxía levantando también allí otro santuario a la Virgen y encontrando a un primer seguidor.

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El Apóstol se dirigió a continuación, según la leyenda, a Zaragoza. Fue allí donde se le apareció la Virgen sobre un pilar solicitando un tercer templo en su honor. De ahí proviene el culto de la Virgen del Pilar tan arraigado en esa zona de España. Con estos tres santuarios el Apóstol regreso a Jerusalén. Conviene señalar que el vínculo entre el Apóstol patrón de España y la Virgen indica un origen celta de la leyenda, ya que la devoción a ésta se relaciona en muchos casos con tradiciones anteriores al cristianismo. Tal es el caso de la Virgen de Convadonga, de la que ya se habló en otro artículo y que podría ser la diosa Enna del panteón celta.

Volviendo a la leyenda de Santiago, se dice que éste regresó a Tierra Santa y ahí tuvo que vérselas con Hermógenes, un mago que tenía a sus órdenes a un grupo de demonios. Éstos tenían preso a un pobre hombre llamado Philetus, que fue liberado por el Apóstol Jacobo. Después el mago se arrepintió de sus acciones y se convirtió al cristianismo. Estaba dispuesto a quemar sus libros, pero Santiago lo impidió echándolos a la mar.

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Al poco tiempo Herodes Agrippa degolló al Santo. Los seguidores y amigos de Santiago rescataron su cuerpo amparados por la noche y se echaron al mar en una barca sin timón ni velas. El octavo día de las candelas de agosto llegaron a Iria Flavia. De esta forma, guiado mágicamente por un ángel, regresó el Apóstol a tierras gallegas para hallar sepultura. Sin embargo, antes de ser enterrado sus amigos acabaron presos de Fileto, un tirano de la zona. En la oscura mazmorra de Finisterre se hallaban los apóstoles cuando vino en su ayuda un ángel que les libero. No obstante, Fileto les persiguió con sus hombres hasta el puente de Nigreira que cruza el Tambre. Los seguidores del Apóstol con los restos del mismo pasaron el río sin problemas. Sin embargo, cuando alcanzaron la orilla opuesta el puente se derrumbó salvándoles del ejercito enemigo. Se dice que por ello Fileto se convirtió al cristianismo, aunque en otros relatos se cuenta que murió ahogado.

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Después de esas aventuras la reina Lupa les ofreció su ayuda con la intención de traicionarles. Les dijo que pusieran el cuerpo del santo en su carreta y que podrían enterrarlo en el lugar donde los bueyes se detuvieran. Pero en sus campos sólo había toros bravos que embestían a cualquier desafortunado que por allí se atreviera a pasar. Uno de estos salvajes animales embistió contra los cristianos que se santiguaron. Ante la señal de la cruz las reses se volvieron masas y ellas mismas se pusieron delante del carro donde se hallaba el cuerpo de Santiago.

Los toros tiraron del carro hasta el centro del palacio de Lupa, quien viendo los portentos cede y permite enterrar al Apóstol en el castro de Lupario. En ese lugar en un ataúd de mármol y vigilado por dos de sus seguidores, Teodoro y Atanasio, descansó durante varios siglos hasta que un hombre de mar lo rencontró. Este hombre fue Pelagio.

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Desde un pico Sagro según la tradición celta surgieron los destellos luminosos, el camino de las estrellas, que indicaron a Pelagio donde se encontraba la tumba del Santo. Por ello se dice que los peregrinos cuando ven este pico exclaman: “Pico Sagro, Pico Sagro, sácame do mal, do mal que eu traio” (Pico Sagrado, Pico Sagrado, sáname del mal, del mal que yo traigo.) Después de realizar el romero deja como ofrenda una hogaza de pan sobre una piedra de granito, elemento sagrado en la cultura celta que simboliza el punto intermedio entre las fuerzas terrestres y las humanas. Los dólmenes y menhires son muestra suficiente de la simbología de la piedra en esta cultura ancestral.

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Según la leyenda Pelagio vio una noche lenguas de luz y escuchó canticos por el camino que va desde Padrón al Pico Sacro. De esta forma se halló de nuevo la tumba del Apóstol que es considerado el patrón de España. Estas luces no son otras que la estrellas de la Vía Lactea, que recibe por ello el nombre del Camino de Santiago. De igual manera que una estrella indicó los sabios el nacimiento de Cristo, las luces en el cielo marca la senda para llegar a los restos del apóstol Santiago.

De la misma tumba se levantó el santo para luchar contra los musulmanes montado en un caballo blanco. Y a pesar de las dudas y discusiones sobre si realmente es la tumba o no del santo aún hoy en día a la ciudad de Santiago de Compostela llegan cientos de peregrinos, aunque no todos con intenciones religiosas.

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  1. El origen del mito.

Esta es, pues, la leyenda de la tumba del patrón de España. Pero toda leyenda anclan sus raíces en elementos anteriores. En este caso sería con la cultura celta. Algunos estudiosos creen que el lugar donde se dice que descansa el Apóstol se hallaría una necrópolis de la Edad de Bronce. En estos lugares solía enterrarse a personas de cierta importancia. La creencia en otra vida por parte de esta religión resulta clara, aunque era más común la cremación que el enterramiento. Después de quemar el cuerpo se depositaba en una necrópolis junto con sus armas para que fueran utilizados en la otra vida.

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La aparición de una barca en la leyenda también lo pone en contacto con estos mitos, ya que la barca y el mar simbolizan en muchas religiones el viaje al otro mundo. Para los celtas de Irlanda hay una isla llamada Tir na n´Og (la tierra de la eterna juventud) que juega el papel de paraíso. Para llegar a ella se tenía, como el viaje del Apóstol, que atravesar un oscuro mar. En la leyenda del cristiano la barca no sólo le conduce a su lugar de eterno descanso, sino que a Muxía llegó la Virgen en un navío de piedra, que sigue en las costa al lado de la ermita que elevó Santiago en su honor.

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Basándose en esto Sánchez Dragó compara esta leyenda española con el mito de Osiris. Este dios egipcio es despedazado y resurge de nuevo después de viajar por el Nilo y gracias a la ayuda y las artes de su esposa- hermana Isis. Santiago también se realiza un viaje por mar y río, el Ulla en este caso, en una barca movida por fuerzas mágicas y llega a una ciudad presidida no por Isis, sino por la Virgen. Sin embargo, los relatos de dioses y héroes que realizan viajes parecidos y regresan después de la muerte es un arquetipo extendido por muchos cultos. El mismo Cristo en la religión cristiana se ajusta a este modelo, pero también Arturo, el mítico rey de Inglaterra, que fue recogido por su hermana Morgana y llevado a la isla de Avalón donde descansa y cura sus heridas.

Por no enredar más en estos mitos y en otras leyendas que se mezclan con la de Santiago destacar sólo la artesanía del azabache que creció, y aún hoy continúa, alrededor de su ciudad. Esta artesanía evoca el culto a la piedra y a los amuletos de las religiones precristianas. Los símbolos que representan no tienen normalmente un origen ortodoxo como el del puño con un dedo erecto.

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Bibliografía:

Armour, Robert A., (2006), dioses y mitos del Antiguo Egipto, Madrid, ed. Alianza.

Ávila Granados, Jesús, (2007), La mitología celta, ed. Martínez Roca, Madrid.

Bartolotti, Alessandra, (2011), Mitología celta y nórdica, ed. Robinbook, Barcelona.

Sánchez Dragó, Fernando, (2004), Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España, Barcelona, ed. Planeta.