Juana I de Castilla, o también conocida como Juana la loca, tuvo una infancia y vida adulta aparentemente normal, nació el 6 de noviembre de 1479, siendo la tercera hija de sus padres; Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla. Desde pequeña recibió una educación propia de hijo de reyes, estudiando religión, buenos modales de la corte y urbanidad, además de danza, música y otros idiomas como el francés y el latín.

A pesar de que era una improbable heredera al trono, para el año 1496, Juana contrae matrimonio arreglado con Felipe I, también conocido como Felipe el hermoso.  Sin embargo, la atracción entre ambos fue mutua y fogosa desde un inicio, por lo que el matrimonio implicaba lo que en apariencia era amor romántico. Prontamente Juana queda embarazada de Leonor, la primera de sus seis hijos, se dice que este fue el primer punto por el que Felipe cambio de actitud, comenzando los primeros rumores de infidelidad por su parte.

Más tarde ocurre lo impensado para Juana I de Castilla; muere su hermano Juan y su hermana Isabel, al igual que su sobrino, y más adelante moriría también su madre. Juana se convierte así en la heredera de Castilla y Aragón, juramentándose junto con su amado esposo en la corte de la catedral de Toledo, el 22 de mayo de 1502.

Una vez en el reino, Juana experimento horribles celos hacia su esposo Felipe, quien  le habría sido infiel con damas de la corte, un escándalo que sin duda se propago por todo el reino. Aunque los inicios de su locura empezaron años después de casarse con este, todos pudieron ser testigos de los extraños actos de Juna, una vez muerto Felipe repentinamente, con tan solo 28 años, luego de jugar un partido de pelota en el palacio y seguidamente beber un vaso de agua fría, más tarde la fiebre apareció y los días siguientes el Rey estaba muerto luego de presentar un cuadro de neumonía bastante inusual:

«Estábase con la calentura y con sentimiento en el costado, y escupía sangre. Se le hinchó la campanilla, que decimos úvula, tanto que apenas podía hablar», escribía en una carta uno de sus médicos.

Se decía que Fernando el católico, padre de Juana, había envenenado a Felipe, pues era el único beneficiario de su muerte, recuperando más tarde el trono. Este hecho solo empeoro el estado mental de Juana la loca, tras morir parte de su familia,  y su más grande amor, Felipe el hermoso.

Juana con el corazón hecho pedazos e inestabilidad evidente en su cabeza, comienza una procesión por todo el reino con el ataúd de su esposo, esto sin permitir que las mujeres se le acercaran, ni siquiera las mojas o conocidas. Durante los 8 meses siguientes, Juana camino con el armazón de tela negra que había usado durante su entierro, un hecho que causo asombro para unos y miedo para muchos otros. Incluso, cada cierto tiempo se decía que seguía abriendo el ataúd de Felipe, para seguir admirándolo, besando sus restos y profesando su amor eterno y también comprobar que nadie los había robado.

Aunque su locura pudo haber sido de carácter temporal, a raíz de todas las muertes que se dieron en su entorno familiar y de los posteriores tratos de su padre al tildarla como loca y encerrarla en la cárcel por mucho tiempo, Juana I de Castilla, ha quedado en la historia como un personaje lleno de locuras.