Con el final del verano se extiende por toda España la fiesta de la vendimia y la recolección de los cereales. En los lugares donde las viñas tienen ya cierto nombre esta festividad ha cogido mucha fama. Pero su origen y el significado de la fiesta han quedado oculto en el inconsciente colectivo de los pueblos del Mediterráneo. La uva y el vino provienen de esta zona y su vínculo con la divinidad resulta algo innegable. La vendimia es el reducto de ritos relacionados con la recolección y con deidades como Perséfone, Adonis, Dionisos o Tamuz. La vid era el décimo árbol sagrado del año y le correspondía el mes de septiembre y la fiesta de la vendimia. Era una fiesta relacionada con la alegría y la embriaguez, pero también con la muerte.

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  1. Antiguas deidades de la vegetación en el Mediterráneo.

La primera referencia que viene a la imaginación cuando se menciona el vino es al dios clásico Baco o Dionisos. Y aunque la vid y sus racimos fueron sus símbolos más extendidos, es también conocido como un dios de la vegetación. Dionisos no es sólo la personificación de la embriaguez y de la alegría, de los bailes y las orgias o bacanales- cuyo significado etimológico no deja muchas dudas. Es el dios de los árboles en general. De ahí que en algunos lugares se le representara como un poste erguido con una careta barbuda y abundantes ramas saliendo de la cabeza. Se asocia también en algunos ritos a la agricultura.

Dionisos, como otras divinidades antiguas, Adonis, Osiris o Tamuz, pasaban de la muerte a la vida, simulando de esta forma la regeneración de la naturaleza y el nacimiento de la simientes. El grano tiene que morir en la tierra para dar frutos. Todas estas deidades están vinculadas a la agricultura y a las estaciones. La pasión, muerte y resurrección de estos dioses se representaba en sus ritos sagrados y simbolizaban el paso del invierno a la primavera y el verano.

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 El mito cuenta con algunas alteraciones cómo Dionisos, hijo de Zeus o Júpiter, fue muerto por los Titanes y por Hera o Juno. Al poco de nacer Dionisos se sentó en el trono de su padre imitando al gran dios. Pero Hera celosa de las infidelidades de su esposo, ya que Dionisos era hijo de Perséfone y no suyo, planeó matarlo. Lo distrajo con un espejo mientras los Titanes lo despedazaban y se comían su cuerpo. De la sangre del Dionisos surgió un granado, el cual sería su árbol. Este árbol está también asociado a otras divinidades de la vegetación como son Tammuz o Adonis. Su fruto maduro se abre como una herida y muestra una simiente roja. Es, pues, símbolo de la muerte y de la resurrección. De ahí que a Perséfone y Hera se las represente con este fruto.

Minerva, su hermana, salvo el corazón del dios-niño de los Titanes y se lo entrego a Zeus contándole lo ocurrido. Zeus condenó a los Titanes a morir torturados y construyó una imagen de su hijo perdido donde colocó el corazón. Otras fuentes narra que fue gracias a Rea, su abuela, que volvió a la vida.

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En algunas versiones del mito Dionisos se transforma antes de morir en serpiente, león y en toro y con esta última forma es despedazado. Ello explica su relación con este animal y los ritos en los cretenses sacrificaban un toro despedazándolo en honor a la pasión del dios. Este vínculo con el toro resulta curioso en una deidad de la vegetación. También se le relaciona con la cabra y se llama el dios cornudo.

La historia de Dionisos expone la difusión del culto a la vid por Europa, Asia y el norte de África. Aunque conviene señalar que el vino no fue inventado por los griegos, sino que fue importado en cantaros desde Creta. Pero los primeros viñedos provienen del mar Negro, desde donde se extendieron hasta Grecia, la India y Bretaña. Algunos mitólogos hablan de dos Dionisos, uno relacionado con la cerveza y otro con el vino.

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En épocas prehistóricas sobrevivió la costumbre de descuartizar a los hijos del rey para celebrar las fiestas en honor a Dionisos y a otras divinidades similares. Se creía que con este sacrificio se fertilizaba la tierra y se aceleraba el crecimiento de los viñedos y cereales. En algunos lugares se sustituía al niño por un animal, normalmente relacionado con el dios, una cabra o un toro.

El mito de Dionisos tiene, como ya se ha señalado, relación con otras deidades también vinculadas a la vegetación y que sufren la muerte, el desmembramiento y la resurrección. Quizás el ejemplo más claro sea el dios Egipto Osiris, quien fue asesinado y descuartizado por su hermano Set. Set distribuyó las partes de su cuerpo por el río Nilo para que nadie le pudiera resucitar. Pero Isis, su mujer, acompañada de Thoth, dios de la sabiduría, recogen los miembros del dios y lo reconstruyen. De ahí que Osiris quede como una divinidad vinculada a la cosechas.

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Perséfone, madre de Dionisos y a la que se le conoce también con el nombre de Selene o Core, representa a una divinidad de la vegetación, en este caso femenina. En realidad este mito es idéntico al mito sirio de Astarté (Afrodita) y Adonis, al mito frigio de Cibeles y Atis, al egipcio de Isis y Osiris. La única diferencia es que la historia griega no narra la separación de dos amantes o esposos, sino de una madre con su hija.

Perséfone es raptada por Hades o Plutón, que se ha enamorado de ella y pretende que sea su esposa. Su madre Deméter la busca por todas partes hasta que se entera por el Sol de la suerte de su amada hija. Como castigo ante el rapto no permite que ninguna semilla crezca en la tierra. El género humano hubiera sucumbido de hambre, pero Zeus interviene y ordena a Plutón que devuelva a Perséfone a su madre. Pero el dios del inframundo sabe que si Perséfone prueba algo de comida de allí tendrá que quedarse con él. Le da de comer una granada, símbolo de la muerte del grano al caer en tierra. Deméter se encoleriza ante este truco, pero Zeus vuelve a mediar y decide que Perséfone pasará dos tercios del año con su madre en la superficie y el resto con su marido. Ante la alegría de volver a ver a su hija Deméter hizo surgir la simiente de los campos y que toda la tierra resplandeciera con las hojas y las flores de los árboles.

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Deméter y Perséfone son representaciones del cereal. La simiente que es plantada en otoño y renace en primavera. La diosa pasa la mitad del año bajo tierra como el grano y la semilla de las plantas y surge en primavera, cuando el campo se viste de flores y frutos.

  1. La vendimia en la tradición cananea y judía.

Exponer todos los mitos en los que aparezca un dios de la vegetación resulta tarea imposible para el poco espacio del presente artículo. Además con lo expuesto hasta ahora queda lo suficiente claro el simbolismo de estos mitos. Pero quizás convenga señalar la importancia de la vendimia y del vino en la tradición cananea y judía. Hay que tener en cuenta que los judíos tuvieron influencia de todos los pueblos de esa zona del Mediterráneo.

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Se puede destacar, por ejemplo, que la fiesta cananea de la vendimia se convierte en la de los Tabernáculos y fue original una bacanal, en la que se celebraba la recogida de los frutos. Su celebración coincide con la vendimia y la recolección. En el pueblo judío está festividad sigue a la fiesta del Yom Kipur. Ésta es la fiesta judía de la expiación, en la cual se manda a un macho cabrío al desierto. A este animal se le imponen las manos como símbolo de los pecados del pueblo entero y luego se le manda al desierto para que muera. De esta forma el pueblo queda limpio de sus faltas y puede celebrar los Tabernáculos o fiesta de la Tiendas.

La vendimia era una fiesta presenta en el pueblo de Israel y en las demás culturas de la zona. Era originalmente fuente de alegría y de la bendición divina. De ahí que la fiesta de los Tabernáculos fuera la fiesta por excelencia. Tanto los judíos como los cananeos dan gracias a dios por las bendiciones del campo con danzas y bailes en el lagar. “Celebrarás la fiesta de las Tiendas durante siete días, cuando hayas recogido la cosecha de tu era y de tu lagar. (…)Durante siete días harás fiesta a Yahveh tu dios en el lugar elegido por Yahveh; porque Yahveh tu dios te bendecirá en todas tus cosechas y en todas tus obras, y serás plenamente feliz.” (Deuteronomia, 16, 13 y 15).

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La alusión a la viña como símbolo del propio pueblo de Israel es constante en la Biblia. El lagar no sólo representa esa alegría propia de la vendimia y de la recolección, sino también la muerte y el castigo de dios. El color rojo del vino como el de la granada representa la muerte del fruto en el campo durante el otoño. El profeta Isaías destaca en varios pasajes este simbolismo. La ira de dios en el lagar se vincula al juicio de los pueblos por los pecados cometidos. “El lagar he pisado yo solo; de mi pueblo no hubo nadie conmigo. Los pisé con ira, (…) Pisoteé a pueblos en mi ira, los pisé con furia e hice correr por tierra su sangre.” (Isaías, 63, 3 y 6)

El simbolismo de la vid es retomado en el Nuevo Testamento. El viñedo sigue representando al pueblo. En este caso se presenta también el sacrificio del hijo de un dios, pero no ya vinculado a la vegetación, sino a la salvación de todos los pueblos. Los paralelos entre Jesús y las otras divinidades que mueren y resucitan son claros. Quizás habría que destacar que la pasión de Jesús sucede una vez en la historia, mientras que los mitos de Perséfone, Osiris o Dionisos implican una temporalidad cíclica. Pero esto nos adentraría en un tema distinto del expuesto aquí y que supondría mucho tiempo.

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Bibliografía:

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Armour, Robert A. (2006), Dioses y mitos del Antiguo Egipto, Madrid, ed. Alianza.

Eliade, Mircea, (2009), El mito del eterno retorno, Madrid, ed. Alianza.

Frazer, James G, (2011), La Rama dorada. Magia y religión, México, ed. Fondo de Cultura Económico.

Graves, Robert, (2008), Los mitos griegos, España, ed. RBA.

Léon. Dufour, Xavier, (2002), Vocabulario de Teología Bíblica, Barcelona, ed. Herder.