Durante el régimen maoísta se ejecutó el genocidio camboyano, con más de dos millones de personas que desaparecieron de las principales ciudades. Motivo por el cual los Jemeres Rojos fueron enjuiciados, por el Tribunal Internacional en 2007.

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Entre los años 1975 y 1979 el Partido Comunista de Kampuchea que gobernaba en Camboya, ejercía una dictadura absolutista. Un país situado en la península Indochina, en el Sudeste Asiático con Pol Pot en el poder y al frente de la guerrilla de los Jemeres Rojos. Un proceso que se llamó “auto-genocidio”, porque las víctimas fueron de la etnia jemer. Durante sus discursos iniciales el partido se refería al fin de una época que duró dos mil años y el comienzo del Año Cero. Un cambio radical en poco tiempo, que implicó entre otras cosas la desaparición de la moneda, libros, mercado, educación, religión, formas de gobierno convencional, etc. Todas estas tradiciones se declararon muestras de feudalismo y fueron perseguidas.

Campos de exterminio

Persecuciones contra la etnia Cham
Alrededor de una cuarta parte de la población de Camboya de aquellos años desapareció. El nuevo régimen comenzó con la retirada de Vietnam de Camboya y la aplicación del maoísmo de forma trágica, que dio lugar al genocidio camboyano. Se instalaron prisiones en las escuelas antiguas para aplicar métodos de torturas, a quienes el Estado declaraba enemigos de su sistema. Quienes fueron intelectuales sufrieron una sistemática aniquilación y la llamada “colina de los árboles envenenados” es conocida actualmente, como “museo del genocidio” en Nom Pen. Cerca del lugar se encuentra situado uno de los varios campos de exterminio, donde se transportaban a los prisioneros enemigos del régimen con sus familias para asesinarlos. Este genocidio camboyano como se lo conoce, finalizó con la liberación del ejército de Vietnam, que desalojó a los Jemeres en 1979. Una locura macabra que se recuerda en Choeung Ek, donde se construyó un mausoleo en memoria de las víctimas, con las calaveras encontradas en infinidad de fosas comunes.

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Ante estos hechos la comunidad internacional llevó a juicio a los Jemeres Rojos después de un largo silencio, pero al llegar tarde representa una gran polémica desde el año 2007. Las razones fueron varias por la situación que se vivió durante la Guerra Fría y el régimen de aislamiento, que no permitía la entrada de los organismos internacionales. Además de las influencias que utilizó Estados Unidos para vetar el poder de Naciones Unidas, un lento proceso que comenzó con el derrocamiento de Pol Pot. El juicio por crímenes de guerra se inició en 1993, pero los resultados no fueron los esperados debido a las tímidas denuncias sobre el genocidio camboyano. Fue en 2003, cuando la ONU firmó un convenio con Camboya después de cinco años de negociaciones, para instalar allí el tribunal que juzgaría el genocidio. Se constituyó la corte con integrantes de la ONU y miembros pertenecientes a la ciudad, para llevar adelante de forma conjunta el juicio.

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El resultado fue la condena de dos líderes de los Jemeres Rojos a cadena perpetua, sentenciados por el exterminio de más de dos millones de camboyanos. Muchos de los líderes que estuvieron al frente de estas actuaciones están muertos. Solo cinco altos cargos del régimen atroz después de tres décadas y ya ancianos, han respondido por sus crímenes, pero esto no consuela a las familias que perdieron sus integrantes. Actualmente uno de los condenados falleció y su esposa, que en ese momento se encontraba al frente del ministerio de Asuntos Sociales, ha sido declarada inimputable por padecer una grave enfermedad mental.

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Quienes fueron encontrados culpables son: Ta Mok, segundo mando de Pol Pot, Deuch que fue director del Tuol Slang ya se encuentra en prisión. El lugarteniente de Pol Pot también está entre rejas, pero el tercero del régimen Ien Sary sigue libre, al igual que Khieu Sam-pan, ex-jefe de estado. Los demás pasarán los pocos años que ya les queda de vida en prisión, aunque algunas de sus víctimas en sillas de ruedas no quisieron escuchar la sentencia. Heridas que no cicatrizarán nunca en un país pobre y devastado, donde se destruyeron familias completas en el holocausto jemer. Ejecuciones, hambre y muerte, permanecen en la memoria de los camboyanos, que intentan recuperarse de la locura de los Jemeres Rojos de Pol Pot.

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