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Brujas, meigas y hechiceros III. | DETECTIVES DE LA HISTORIA

El recorrido por la historia de la brujería en Europa da fin con este artículo, en el que se presenta el delito de brujería propio de la Inquisición y las distintas leyendas concernientes a la noche de Walpurgis y al Sabbath. Es cierto que el tema es inagotable, pero con este artículo lo cierro ya, quien quiera puede seguir investigando en estas leyendas y en el folclore europeo que es muy rico.

  1. La inquisición y los procesos por brujería.

Las grandes persecuciones en Europa por brujería comienzan entre 1230 y 1430. La causa son las guerras albigenses (1209- 1218) en el sur de Francia, aunque hay una bula papal del año 1184 que puede considerarse su antecedente. Hay que tener en cuenta que en esta bula no se menciona la pena de muerte. El papá Gregorio IX convierte esta institución, encargada de perseguir las herejías, en algo permanente y dejándola al cargo de la Santa Sede. Los dominicos serán nombrados los inquisidores. Así empieza una de las etapas más oscuras del cristianismo, tanto católico como protestante, ya que los reformadores continuaron con estas prácticas.

La sociedad cree en una dualidad del mundo, herencia del maniqueísmo. Esto lleva a pensar en la separación de dos realidades, de dos señores en el mundo, Dios y el demonio. La estructura feudal, de servidumbre, se traslada al mundo del espíritu, lo que conduce a pensar en que hay un servicio a la divinidad y otro al diablo. La conciencia pública admitía la posibilidad de dejar el servicio a Dios y seguir al demonio. Éste proporcionaba lo mismo que los señores feudales o los reyes, protección y amparo a cambio de sumisión. Con ello la brujería no se asocia ya tanto a viejos cultos a las diosas Diana o Holde, sino a una demonolatría.

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Hay otro cambio fundamental, el cambio de mentalidad. Los propios hombres de iglesia dejan de pensar que lo que ocurría en las reuniones de las hechiceras era producto de la fantasía de gente inculta, se le otorga realidad a estas creencias. No sólo se piensa que son vestigios de las religiones paganas, sino que a las brujas se las consideras dentro de cultos herejes, son adoradoras del demonio. Comienza a desarrollarse la idea del Sabbath, que es el día en el que se celebran las reuniones de las brujas con el Demonio.

“se formó, como digo, de modo bastante rápido, tomándolo como base, un cuerpo de doctrina teológico- legal en el que la vieja bruja ya no aparece como un ser entregado a sus fantasías e ilusiones perversas, ni como una adepta de antiguos cultos idolátricos, sino, simplemente, como servidora del demonio, del Demonio con forma física” (caro Baroja, Julio, Las brujas y su mundo, pág. 118).

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Al código Episcopi le siguen una serie de obras que toman como reales los conciliábulos de las brujas, entre los que cabe destacar el Malleus maleficarum.  Esta obra escrita por Enrique Institor y Jacobo Sprenger vio la luz en 1486 y en él se desarrolla lo que es el delito de brujería. Tanto los inquisidores como los jueces civiles darán crédito a estos escritos y a las historias en él recogidas. En muchas ocasiones son los tribunales civiles los que se comportan de forma más rígida y severa. Aunque hay que tener en cuenta que muchos pensadores, juristas y hombres de iglesias se negaron a creer en tales supersticiones, incluso jugándose ser inculpados por herejes. Un ejemplo de los siguieron la interpretación del canon Episcopi sería en España fray Lope de Barrientos, obispo de Cuenca en el siglo xv.

Sin embargo, habrá que esperar hasta bien entrado el siglo de las luces para que la disputa entre los que defendían la realidad de los conjuros, vuelos y demás cuentos sobre brujas y los que lo negaran se termine. Este cambio no se produce de la noche a la mañana, sino que es un proceso lento. De ahí que en algunos países como Holanda se sigan encontrado en este siglo creencias arraigadas sobre la magia y la brujería.

“durante todo el siglo xviii en muchos países se siguió condenando severamente a brujos y hechiceros, mientras que en otros, le supuesto delito quedó reducido a un delito común, equiparable a los fraude y engaño, y esto por influencia de magistrados que poco o nada tenían que ver con la ilustración, como los mismos inquisidores españoles.” (Caro Baroja, julio, Las brujas y sus mundo, pág. 266)

Los escritos de Voltaire y otros ilustrados como Goya criticaron este tipo de creencias. En los textos de Kant, filósofo alemán, se encuentra una postura contraria a cualquier tipo de superstición, Schwärmerei, como la denomina el propio pensador. Estas críticas van alzando la voz contra la creencia en las brujas hasta que la persona que cree en ello es considera simple o crédula. Aunque es cierto que la zona rural se mantienen tales supersticiones y leyendas. Y es que las brujas son parte de nuestra herencia, de nuestro imaginario común.

  1. Hechiceras o brujas.

La brujería tal y como se describe en los tratados que surgen en el centro de Europa se distingue de lo que se ve en las zonas de Italia y España. Se podría distinguir entre la bruja, cuyo ámbito es el rural, y la hechicera de corte clásico, que se mueve en la urbe. La Celestina sería el ejemplo más claro de este tipo de mujer dedicada a la magia. Pero en este caso no se trata de reuniones presididas por el Demonio en forma de macho cabrío o de perro, sino una mujer que se dedica a servir de alcahueta y que tiene bajo su protección a rufianes y prostitutas. Se vale de magia y encantamientos eróticos y crea pócimas a base de plantas y otras sustancias.

Celestina

Obviamente este tipo de hechicera trabaja sola, no precisa de reuniones ni de pactos con el Demonio. Es una hija de la ciudad, en ella se mueve y en ella enreda con sus planes y conjuros. Su imagen es bien distinta de esa otra mujer que emplea la magia, pero que, según las leyendas y textos de la época, se dedica a servir al Demonio. Las leyendas gallegas y vascas se acercarían más a la bruja rural, que al prototipo de la Celestina. De las meigas ya se habló la semana pasada, de la brujería vasca habría que destacar las famosas brujas de Zugarramurdi. En 1610 se levanta un proceso que llegó a inculpar hasta trescientas personas.

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La bruja del mundo rural tendría su ejemplo perfecto en la tradición alemana, aunque no se da con exclusividad en estas tierras. Se dice que podían salir, en ocasiones gracias a un ungüento que les proporcionaba el Demonio, volando en un palo o en una escoba y transportarse a lugares donde se celebran festines y orgías con los diablos. La descripción que aparece en la obra de Goethe, cuando Mefistófeles y Fausto van a ver a la bruja, es una síntesis perfecta. Allí se ve a la vieja sirviente que reconoce al demonio como su señor acompañada de sus monos, como los típicos familiares de las brujas, el caldero y los hechizos. Tal y como se presenta en el imaginario común, ella aparece y desaparece sin necesidad de puertas y de su boca sale el conjuro que hará a Fausto recobrar la juventud.

Walpurgisnacht oder das "gottlose und verfluchte Zauberfest"

En la misma obra se encuentra la noche de Walpurgis celebrada en la cordillera del Harz, que es una fiesta clásica asociada a las brujas. La noche de Walpurgis coincide con el primero de mayo, es decir, con la entrada ya de la primavera. Hay en toda Europa festividades asociadas con este mes, por ejemplo la festividad de los mayos, que consiste en bailar el primer domingo de este mes alrededor de un árbol colocado en la plaza del pueblo. El origen de esta fiesta como el de la noche de Walpurgis es anterior al cristianismo. La diferencia es que la fiesta de los mayos fue aceptada por la iglesia, mientras que la noche de Walpurgis se relacionó con el nacimiento de Satán o con la fiesta de Santa Walpurgis. Los especialistas han encontrado elementos del folklore germánico, ya que los conciliábulos de las brujas coinciden con las reuniones de las Walkyrias, divinidades de la mitología nórdica encargadas de seleccionar a los guerreros para el Valhalla.

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También se pueden ver otras fechas señaladas en el calendario que concuerdan con las reuniones de las brujas, como son las de los solsticios o la víspera de todos los santos, esto es, Halloween. En la noche del solsticio de invierno, lo que sería la navidad cristiana, se pueden oír, según algunas leyendas, estrépitos producidos por ejércitos misterios o almas en penas. Se creía en algunas zonas de Europa que en este tiempo las brujas con forma de lobo o de cualquier otro animal entraban en las casas de los vecinos y se bebían su cerveza. Obviamente tanto el solsticio de invierno como el de verano tienen un origen anterior al cristianismo. La noche de Halloween es otra festividad antigua de origen celta, llamada Samhain o Samian. Para los celtas era una fecha asociada a los muertos, donde las fronteras entre el mundo de los vivos y de los muertos se debilitan. De ahí que espíritus y brujas podían andar a sus anchas en esta noche. Para impedir que entraban en las casas se les dejaba en la puerta una ofrenda, lo que ha dado lugar a “truco o trato” en la sociedad anglosajona.

Bibliografía:

Ávila Granados, Jesús, (2007), La mitología celta, Madrid, ed. Martínez Roca.

Caro Baroja, Julio, (2010), Las brujas y su mundo, Madrid, ed. Alianza.

Goethe, Johann Wolfgang von, (2007), Fausto, Madrid, ed. Catedra.

González Reboredo, Xosé M, (2004), Leyendas Gallegas, Vigo, ed, Galaxia.

Lortz, Joseph, (1982), Historia de la Iglesia. En la perspectiva de la historia del pensamiento, Madrid, ed. Cristiandad.

Sánchez Dragó, Fernando, (2004), Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España, Barcelona, ed Planeta.