En la mayor parte de Europa se extienden leyendas y cuentillos en los que los protagonistas son unos seres mágicos, de gran belleza y que suelen esconder tesoros secretos. El nombre de estos misteriosos personajes cambian dependiendo del lugar, pero sus rasgos son similares. En España, sobre todo en el norte, se les conoce como mouros o mouras, pero también la xana asturiana e incluso la meiga gallega. Son las hadas o elfos, cuyo origen se deben a la tradición celta.

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  1. Los seres del mundo invisible.

Cuando se habla de hadas nos viene la imagen de un personaje pequeño, no mayor que un gorrión, con alitas, tal y como se ve en la obra de Peter Pan. Sin embargo, las hadas del folclore celta tenían más en común con la imagen que tenemos hoy en día de los elfos. En el ciclo artúrico se reconoce a la hermana de Arturo, Morgana, como un hada. Ella y sus compañeras velan el cuerpo del soberano herido de muerte por su hijo Mordrez en la isla de Avalón.

Las hadas, los duendes o xanas son seres del mundo invisible. Se basan en la creencia de que había una raza intermedia entre los hombres y los ángeles. Los irlandeses los conocen con el nombre de “Feadh- Ree” o de “Sidhe”, lo que se podría traducir como raza espiritual. Esta raza es más antigua que la de los hombres y posee poderes mágicos y conocimientos secretos. Según las leyendas las hadas habitan en Tir na N´Og, la isla de la eterna juventud, en donde viven alegremente, sin sufrir enfermedades ni estar sujetos a la muerte. No tienen religión y son capaces de descargar grandes males. Tienen fama de ser muy bellos con largos cabellos dorados.

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Tanto Tolkien como James Barrie, conocedores de las leyendas populares, tomaron elementos de la misma. La Isla de Peter Pan, Neverland, donde los niños perdidos no envejecen, no es otra que Tir na N´Og. Lo mismo ocurre con la isla de los Valar a donde se dirigen los elfos de la Tierra Media. Las descripciones de estos personajes en las novelas del escritor inglés, salvo por la altura, se asemeja a la de las hadas de la tradición celta. Seres tremendamente bellos, orgullosos y que no envejecen ni mueren.

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También se dice que las hadas y elfos habitan a veces en el fondo de los lagos, del mar o en alguna gruta secreta. Éste es el caso de las xanas asturianas que viven cerca de una fuente o lago. También los mouros y mouras gallegas tienen sus hogares en el mundo subterráneo y allí guardan sus tesoros, sobre todo en los alrededores de los viejos castros.

En las leyendas irlandesas se cuenta que las hadas son amantes de la música. Suelen bailar en las noches de luna llena en los bosques. Se valen de la música y de su belleza para encantar a los humanos, que se enamoran perdidamente de ellas. Este es el caso también de muchos cuentos gallegos, en donde un joven sufre el embrujo de una moura o de una xana. Estos seres tienen la capacidad de cambiar de aspecto y de disfrazarse ya sea de animales o de hombres. Hay relatos que cuentan estos amores entre dos mundos, pero el final de los mismos no es siempre feliz. En algunos casos los jóvenes son llevados a las moradas mágicas y nunca se vuelve a saber de ellos.

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Aunque las hadas pueden ser crueles y vengativas, también ayudan a los humanos y son fieles en sus tratos y promesas. Por el contrario, suelen ser los hombres quienes violan el acuerdo hablando más de la cuenta o pasando por alto algunas de las condiciones fijadas.

En ocasiones en Irlanda se ha identificado a estos habitantes sobrenaturales con los Tuatha de Danann, que, según el Libro de las invasiones, habitaron en Irlanda antes de la llegada de los descendientes de Breogán. Se cuenta que estos personajes tenían poderes mágicos y que emigraron hacia el oeste, hacia la isla de la eterna juventud, con la llegada de los hijos de Mil. En Galicia también se considera que los mouros eran los antiguos habitantes de esas tierras. Pero se escondieron de los humanos, ocultando sus palacios en los antiguos castros. Esto no les impide servirse de los hombres cuando les viene bien.

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En todo caso las leyendas se refieren a habitantes anteriores al hombre, que posee poderes sobrenaturales. El término mouro empleado en Galicia no hace referencia a los musulmanes, que invadieron la península, sino que se traduce como lo foráneo, lo extraño. Su descripción en las tradiciones del norte de España encaja con la que se da en las islas británicas de las hadas.

Tanto las hadas como los mouros o xanas fueron demonizados con la llegada del cristianismo. Se les consideró como seres mágicos, pero que no participaban de la salvación divina. En algunos casos, como es el de las meigas, se las asoció al culto al demonio. En un principio, las brujas y hechiceras eran consideradas seguidores de divinidades lunares femeninas, como Hécate o Holda. Sin embargo, la nueva creencia no impidió que las antiguas leyendas permanecieran en el imaginario común.

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  1. La moura y el pescador.

Repasar todas las leyendas sobre los seres del mundo invisible llevaría mucho tiempo. Además hay que tener en cuenta que ya se ha recogido algunos de estos cuentos en pasados artículos, donde hemos hecho referencia a los mouros y a las xanas. Pero para terminar se va mostrar un cuentillo gallego en el que se ven muchos de los rasgos de estos seres mágicos del folclore europeo.

En las cercanías del cabo del Fisterra (Finisterre) un joven pescador se cruzó un día con una moura, cuyos ojos eran demasiado claros para pertenecer a la raza humana. La moura le propuso matrimonio al pescador, pero éste la rechazó. El joven no veía posible casarse con un hada.

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Al día siguiente mientras pescaba en su barca le entró un sueño que no pudo resistir. Se quedó dormido y al despertar notó que unas manos invisibles le tenían preso. Oyó una voz que decía “¡Oh, qué piernecitas tan sabrosas! ¿Dónde está el cuchillo? El pescador asustado salió huyendo cuando noto que su rapto invisible aflojaba la presa.

Aquel episodio le dejó en casa varios días temblando de miedo. Cuando se recuperó del susto volvió a salir, pero en el camino se cruzó de nuevo con la moura. Ésta le propuso otra vez matrimonio. No obstante el joven la rechazó por segunda vez, alegando que no quería casarse con nadie.

Ya en el bote pescando vio en el fondo del mar un tonel con monedas de oro. En seguida se sumergió y cogió un buen puñado. Pero al subir a la barca sólo encontró entre sus manos piedras. Pensando que con las prisas se había equivocado se sumergió de nuevo. Sin embargo, el resultado fue el mismo. Oyó entonces una voz que decía “¡Quién demasiado ambiciona se queda sin nada!” Asustado se marchó de aquel lugar sin intentar atrapar el tesoro.

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A los pocos días se cruzó por tercera vez con el hada yendo hacia la taberna y su conversación fue similar a las veces anteriores. Cuando ya regresaba de la taberna era de noche, entonces el joven vio una extraña luz que surgía de la tierra. Extrañado y curioso se dirigió hacia ella. Encontró un túnel que desembocaba en una gran sala digna de cualquier palacio. Al llegar a aquella habitación notó que unas manos invisibles le tiraban al suelo y le sujetaban con firmeza, mientras decía: “¡Oh Qué cuerpo tan bueno! Traed el hacha.” El pescador estaba atemorizado al ver acercarse por el aire una gran hacha. El hacha ya giraba por encima de su cabeza, cuando el pobre hombre pudo gritar. “¡Auxilio!”

En aquel momento apareció el hada que agarró el machete con su blanca mano. El pescador se sintió libre de esas misterios manos que le tenían sujeto. Se levantó y miró a la moura, que parecía más bella que nunca con sus brillantes ojos. El joven estaba tan agradecido de que el hada le hubiera salvado, que cuando ella le preguntó si quería ser su esposo, no dudó en consentir.

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El pescador se casó con la moura, dejó de trabajar y ya nadie supo más de él. Se decía que vivían en una colina en medio del bosque y que tuvieron numerosos hijos, a los que se reconoce por sus extraños ojos. A veces cuando la gente sale de noche y pasa cerca de esa colina se los encuentra. Algunos dicen que las muchachas suelen preguntar a los jóvenes si se quieren casar con ellos.

Bibliografía:

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