Hoy día hablar de alquimia parece despertar imágenes de viejos magos en laboratorios rodeados de libros y fabricando con un mortero pócimas que le lleven a la obtención de la Piedra filosofal. Nos suena por novelas como la de Harry Potter nombres como el de Nicolás Flamel o la Piedra filosofal. Lo cierto es que los alquimistas eran persona con gran formación, que en algunos casos rayaban la herejía, ya que su práctica fue prohibida por la iglesia. Entre los más conocidos alquimistas se encuentra Nicolas Flamel y Paracelso. Respecto al primero se cuenta la leyenda que consiguió realmente hallar el elixir de la inmortalidad. Dicha leyenda se apoya en el hecho de que su tumba fue encontrada vacía.

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Pero ¿qué era realmente la alquimia? ¿De dónde provenía? ¿Y cuál era su verdadero propósito? Esta son cuestiones muy complejas en las que intentaré verter algo de luz, aunque sea sólo un mínimo rayo.

  1. La alquimia como el origen de la química.

Desde la perspectiva de la historia de la ciencia la alquimia no sería más que su antecesor. Se la podría definir como una protociencia que se fue perfeccionando hasta lograr el nivel de especialización que tiene hoy día. Este punto de vista no anda errado del todo, pero es reduccionista, ya que deja de lado ciertos elementos que se encontraban en la alquimia y que no se ven en la química.

Sin embargo, si se tiene en cuenta el método y la técnica, se puede afirmar que la alquimia es la madre de la química. El método científico que consiste en la experimentación ya se encuentra en la alquimia. El mismo significado etimológico del término conduce a esta idea, ya que significa “echar juntos”, “verter juntos” y hace referencia a la composición y descomposición de los elementos en el laboratorio, en el horno alquímico.

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La visión de los alquimistas como magos que trataban de convertir en plomo en oro es bastante simplista. Lo cierto es que tras la alquimia se encuentra un intento de comprender y controlar la materia y la naturaleza. Los estudiosos que se dedicaban a ella eran en realidad personas con una buena formación entre las que cabe destacar a Isaac Newton.

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Pero la ciencia moderna, aunque tenga su raíz en la alquimia, deja de lado un elemento crucial de la misma, el espiritual. La alquimia se erigía como una ciencia sagrada, que buscaba una experiencia mágico- religiosa en sus relaciones con la sustancia. Tenía además un simbolismo psicológico y la búsqueda de perfeccionamiento no sólo de la materia, sino también de la persona. Todos estos elementos son dejados aparte con el surgimiento del racionalismo moderno. De ahí que autores como Mircea Eliade y C. Jung hayan intentado recuperar ese simbolismo propio de la alquimia.

La historia de las ciencias no reconoce ruptura absoluta entre la alquimia y la química: una y otra trabajan con las mismas sustancias minerales, utilizan los mimsos aparatos y, generalmente, se dedican a las mismas experiencias. (…) Desde el punto de vista del alquimista, la química suponía una degradación, por el mismo hecho de que entraña la secularización de una ciencia sagrada. (Mircea Eliade, Herreros y Alquimistas, pág. 11, 13)

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Quizás desde la perspectiva científica se pueda considerar que la química proviene de la alquimia, pero desde el punto de vista del estudio del espíritu y del psiquismo la química sería un empobrecimiento de aquella. Se abandonan los elementos herméticos y simbólicos por un materialismo racionalismo. Aunque en ambos casos se tiene como punto de mira la comprensión y el control de la Naturaleza. Ahora bien para la alquimia el macrocosmo y el microcosmo estaban vinculados, de tal forma que el conocimiento de la Naturaleza implicaba el conocimiento del propio hombre. El ser humano contiene todos los elementos y es reflejo del macrocosmo.

  1. El Opus Alquímico.

La búsqueda de un conocimiento que permitiera el control de la naturaleza parece ser uno de los puntos esenciales de la alquimia. Se quería acelerar el crecimiento natural de los metales contribuyendo a la obra de la Naturaleza y precipitando su ritmo. Pero este control de la materia presenta un aspecto espiritual, que concierne a la Madre Tierra y a la experiencia del hombre arcaico. Se trata de la conquista de la Materia que comienza ya en el Paleolítico en el momento en que el hombre consigue dominar el fuego y usarlo para modificar los estados de la materia. Las técnicas que se van desarrollan ponen al hombre en contacto con el Cosmo, que era considerado como algo sagrado. De ahí surgirá el carácter religioso de la alquimia y también su hermetismo. Esta noción de la Materia como algo sagrado se ha perdido en la modernidad y su recuperación parece imposible.

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Sin embargo, para el pensamiento simbólico el mundo es algo vivo y abierto, de tal forma que los objetos no son sólo meros objetos, sino también signos de algo más, de algo que transciende el plano físico. En ese pensamiento se inserta la alquimia, para la que la descomposición y composición de los elementos no es reducible a lo químico, sino que había una sacralidad detrás de ello y un simbolismo. Esta relación de la alquimia con el simbolismo la pone en contacto con la metalurgia arcaica, que consideraba a la Madre Tierra como portadora de los minerales- embriones.

El trabajo de la materia suponía en la alquimia una serie de fases hasta alcanzar la purificación de los elementos. El curso preciso del proceso se desconoce, ya que la alquimia era un saber hermético y los autores cambian de opinión. Pero respecto a los puntos esenciales parece haber un acuerdo. Se distingue cuatro fases que corresponde como ya menciona Heráclito con los cuatro colores originarios y son: melanosis  o nigredo (ennegrecimiento), leucosis (emblanquecimiento), xantosis (amarilleamiento) e iosis (enrojecimiento). La división en cuatro fases se conocía con el nombre de tetramerein o la cuatripartición de la filosofía. El número cuatro jugaba un papel esencial, a pesar de que las fases fueran reducidas posteriormente a tres desapareciendo la xantosis. Pero se hacía aún referencia a cuatro elementos- tierra, agua, aire y fuego- y a cuatro cualidades- caliente, frío, húmedo y seco.

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Estas fases simbolizan el sufrimiento, la muerte y la resurrección de la materia, que queda convertida en la Piedra filosofal. El negro representa la muerte y la putrefacción por la que tiene que pasar la materia y el alma del hombre. Es el drama místico del Dios lo que proyecta en la materia para transmutarla. Zosimo, un conocido alquimista, describe un sueño en el que es perforado por espadas, cortado en pedazos y quemado en el fuego para poder al fin cambiar su cuerpo en espíritu. Esto recuerda al desmembramiento de Dionisos y de otros dioses como Osiris. Se trata en definitiva de una representación de la muerte y la resurrección. La sustancia se convierte en oro, es decir, alcanza la inmortalidad y perfección.

El simbolismo alquímico de la tortura y de la muerte resulta  a veces equívoco; la operación puede comprenderse tanto referida a un hombre como a una sustancia mineral (…) Este simbolismo ambivalente impregna toda la opus alchymicum. (Miercea Eliade, Herreros y alquimistas, pág. 137)

  1. El simbolismo de la alquimia.

Por lo tanto, se puede afirmar que la alquimia no era un mero intento de conocer las transmutaciones químicas, sino que al mismo tiempo era la representación de un proceso psíquico. El control de los elementos y de la materia simbolizaba un autoconocimiento y una transformación interior.

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En la alquimia la búsqueda de la Piedra filosofal se relacionaba no sólo con la capacidad de convertir los metales en oro y con hallar el elixir de la inmortalidad, sino con un proceso de preparación espiritual, que conlleva ayunos y otro tipo de técnicas. El alquimista debía purificarse internamente. De ahí que la alquimia china y la india recogieran técnicas dietéticas, respiratorias, extáticas propias del chamanismo y del yoga. Se intentaba rebasar la condición humana y participar de una existencia beatífica. El oro era símbolo de purificación, de la inmortalidad y se le enlazaba con el Espíritu puro, libre e inmortal.

El vínculo en China entre la alquimia y el yoga ha sido estudiado detenidamente. De la misma manera que la alquimia operaba en las substancias para purificarlas y transmutarlas en oro, el yoga busca mediante la ascesis extraer el Espíritu puro de la vida psíquica. Se parte de un paralelismo entre los metales y la materia física y el cuerpo psicosomático del hombre. Hay, pues, una analogía entre ambas prácticas, que tienen como mira final transmutar lo corruptible e imperfecto en lo eterno y perfecto.

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Esto ha sido interpretado por el psicoanalista C. Jung- seguidor de Freud- como un desarrollo de la propia personalidad, lo que él denomina proceso de individuación. Para Jung el proceso alquímico representaba elementos propios del inconsciente y operaba de la misma manera que los sueños a través del simbolismo. La fase de la nigredo, por ejemplo, la relaciona Jung con el encuentro con la sombra, la parte negativa de nuestro psiquismo que ha sido repremida.

Bibliografía:

Eliade, Mircea, (2009), Herreros y Alquimistas, Madrid, ed. Alianza.

Eliade, Mircea, (1979), Historia de las creencias y las ideas religiosas, Barcelona, ed. Paidós.

Ferrater Mora, (1994), Diccionario de Filosofía, Barcelona, ed. Ariel.

Jung, Carl G, (2005), Psicología y Alquimia, Madrid, ed. Trotta.