Una de las preguntas que se suele sobre lo que ocurrió con el Partido Nacional-socialista es ¿cómo pudo el pueblo alemán quedarse sin hacer nada? Sabiendo que se estaba discriminando y maltratando a cientos de personas por pertenecer a un pueblo o a una creencia distinta, ¿por qué no hicieron nada? Lo cierto es que sí hubo movimientos de resistencia al Régimen nazi. Algunos de estos movimientos estaban formados por socialdemócratas o comunistas; otros, en cambio, surgían dentro de la Iglesia, tanto católica como protestante- un ejemplo de ello se muestra en la película Amen-, y otros estuvieron compuestos por intelectuales alemanes. Éste es el caso de un grupo de alumnos de Múnich con el nombre de la Rosa Blanca.

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  1. El auge del nacionalismo.

Lo que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial no se debe sólo a la personalidad de alguien como Hitler, sino a una serie de acontecimientos que se remontan a antes de la Primera Guerra Mundial y suponen la lucha por la hegemonía de Europa y el colonialismo. La situación económica y social de Alemania después de la Guerra de 1914 facilitó la aparición de un régimen totalitario basado en un nacionalismo. Se fundaba en un nuevo cesarismo, es decir, en la dictadura de un jefe supremo que quedaba envestido de un poder casi religioso. Pero esta dictadura no sólo sometía a su control a las masas, sino que éstas eran movilizadas en favor del Régimen. Para ello la privación de la libertad de prensa y de pensamiento y el control de la opinión pública eran cruciales. De ahí que este tipo de regímenes, como el nacionalsocialista o el fascista en Italia, necesiten una maquinaria de control y dominio de la sociedad, que no se habría dado sin la sociedad industrial moderna.

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El nacionalismo es una ideología que se funda la noción de nación, dotándola de una significación casi religiosa. De ahí que algunos autores como Durkheim hayan comparado esa exaltación de la idea de nación con la religión totémica. El Totem sirve para representar al clan. Pero no es un mero símbolo, sino que protege a los individuos, les proporciona seguridad. La misma relación despierta la sociedad en esta ideología.

“Es indudable que una sociedad posee todo aquello que se precisa para despertar en los espíritus, por la mera acción que ejerce sobre ellos, la sensación de lo divino, pues ella es para sus miembros lo que un dios para sus fieles (…) Ahora bien, la sociedad también mantiene en nosotros la sensación de una perpetua dependencia. (…) Pero, en realidad, el imperio que ejerce sobre las conciencias se inclina menos en el sentido de la supremacía física, de cuyo privilegio goza, que de la autoridad moral de la que ésta investida.” (Durkheim, Formas elementales de la vida religiosa, p. 329- 330).

Se equipara la sacralidad del tótem con la nación, que juega un papel semejante al de la divinidad. Se enaltecen ciertos símbolos como el de la bandera, se busca un pasado glorioso y mítico y se propone un futuro utópico, un fin de la historia en donde sólo unos pocos son elegidos. Los nazis tomaron de las óperas de Wagner y de los mitos ese pasado glorioso y exaltaron la raza aria como un pueblo elegido que debía heredar la tierra.

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Estos símbolos son los pusieron en marcha los nazis para afianzar su poder y eliminar cualquier oposición. El control que consiguió sobre el pueblo se debió a la presión de la conciencia colectiva sobre la conciencia individual y a la estructura de la psicología de masa. Este poder de la masa y de la conciencia moral colectiva tiene un ejemplo claro en la revolución francesa. En ese momento histórica elementos que tenían una naturaleza totalmente laica se transformaron en algo sagrado por la opinión pública, así sucedió con la Patria, la Libertad o la Razón. Lo mismo ocurre con el auge del nacionalismo, que toma el concepto de Nación como piedra fundamental.

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“Así, el Estado totalitario vino a basarse en un principio superior, es decir, en un dios político- ideológico, distinto según sus variantes específicas: el dominio del proletariado para el régimen comunista de Stalin; la comunidad racial, para el nacionalsocialismo de Hitler; y el Estado, para el régimen fascista de Mussolini.” (Salvadori, Massimo L., Breve historia del siglo xx, p. 69)

  1. La pluma contra la espada.

A pesar del control de los que fueron capaces los dirigentes nazis, hubo movimientos de resistencia. En 1942 surge uno de estos movimientos conocido con el nombre de Die Weiβe Rose (La Rosa Blanca). Pretendía despertar la conciencia moral de los alemanes ante los crímenes de su gobierno de forma pacífica. Escribían pequeños ensayos de crítica contra los nazis y los repartían por correo o los dejaban en la Universidad de Múnich donde estudiaban.

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El grupo de la Rosa Blanca estaba formado por cinco estudiantes que rondaban la veintena. Hans Scholl y su hermana Sophie eran los cabecillas del grupo. Les acompañaban Christoph Probst, Alexander Schmorell, Willi Graf y el profesor Kurt Huber. Aunque tuvieron el apoyo de otras personas. Los jóvenes de la Rosa Blanca habían estado en el frente y habían sido testigos de las atrocidades de la guerra y de lo que se estaba haciendo a los judíos. Después de la derrota en Stalingrado vieron que Alemania estaba abocada al fracaso. Tras aquello sus intentos de concienciar al pueblo alemán aumentaron. Comenzaron a hacer pintadas en las cercanías de la Universidad y a repartir más folletos.

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El 18 de febrero de 1943 fueron capturados los dos hermanos en la Universidad y, poco después, condenados a muerte. Les capturó un bedel que pertenecía al partido nazi en el momento en que Sophie lazaban desde lo alto del atrio los panfletos a los estudiantes que salían de las clases. Ella y su hermano fueron llevados preso y pronto detuvieron a los demás miembros del grupo.

El 22 de ese mismo mes fueron juzgados y se les condenó por traición a morir en la guillotina. Los dos hermanos Scholl y Probst murieron ese día; les seguirían en el verano de 1943 los otros miembros claves del grupo. Los demás que les habían ayudado y distribuido los folletos fueron condenados a prisión.

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La Rosa Blanca tenía una base cristiana. Se oponían a la militarización de Alemania y la ideología nazi. En sus escritos apelan a la razón frente a la barbarie del Régimen, a la libertad y la tolerancia. Buscaban despertar la conciencia individual, que parecía dormida bajo el poder de la manipulación de las masas. Citaban para ello a Goethe y a Schiller, así como a la Biblia y a ciertos filósofos como Aristóteles. Apelaban a la unidad, al pensamiento y a la cooperación de los pueblos frente al odio y el miedo que proponían los nazis.

La idea imperialista, venga de donde venga, ha de ser desterrada para siempre. Nunca más debe llegar al poder un militarismo prusiano. Solo en la cooperación generosa de los pueblos europeos se pueden sentar las bases sobre las que será posible un nuevo comienzo. Todo poder centralista, como ha intentado ejercerlo el Estado prusiano en Alemania y en Europa, ha de ser ahogado en su germen. La futura Alemania solo puede ser federalista. Solo un sano orden federalista es capaz de dar nueva vida a una Europa debilitada. Los trabajadores han de ser liberados de su estado de ínfima esclavitud por un socialismo racional. El espejismo de la economía autárquica ha de desaparecer de Europa. ¡Todos los pueblos, cada persona individual tiene derecho a los bienes de la tierra!

Libertad de expresión, libertad de confesión, protección del ciudadano individual frente a la arbitrariedad de los estados violentos y criminales: esta es la base de la nueva Europa.” (La Rosa Blanca, Weiβe Rose Stiftung, Ludwig- Maximilians- Universität)

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La crítica ante el adoctrinamiento se puede ver en muchos de sus folletos. Consideraban que el miedo a las SS y la formación ideológica que habían sufrido los jóvenes alemanes era una manera de acabar con la libertad de pensamiento. Las técnicas utilizadas por el Régimen llevaba a la anulación del pensamiento autónomo que habían defendido los propios filósofos alemanes tiempo atrás. Nada mejor que dejar hablar a los miembros de la Rosa Blanca para mostrar su pensamiento:

“En nombre de todo el pueblo alemán exigimos del Estado de Adolf Hitler que nos devuelva la libertad personal, el bien más preciado de los alemanes, que nos ha quitado del modo más infame. Hemos crecido en un Estado de despiadado sometimiento de la libertad de expresión. HJ (Juventudes hitlerianas), SA y SS han intentado uniformarnos, revolucionarnos y narcotizarnos en los años más fértiles de nuestras vidas. «Formación ideológica» se llamaba el deplorable método para sofocar el pensamiento autónomo y los valores personales en la nebulosas de frases vacías.” (La Rosa Blanca, Weiβe Rose Stiftung, Ludwig- Maximilians- Universität)

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A pesar de la represión y la condena a muerte que sufrieron los miembros de la Rosa Blanca, sus escritos se extendieron por toda Alemania, llegando a fundarse en Hamburgo una célula del movimiento. Hoy día hay varias plazas, calles y colegios con el nombre de esos cincos estudiantes y su profesor que se atrevieron a revelarse contra el terror del nazismo sólo armados con una pluma. Enfrente de la Universidad de Múnich donde fueron apresados se encuentra una plaza con el nombre de Geschwister- Scholl- Plazt (Plaza de los hermanos Scholl) y otra dedicada al Profesor Huber. Dentro de la Universidad en el mismo edificio en el Sophie Scholl tiró los panfletos por los que fueron detenidos se encuentra un pequeño museo en su honor. Fue allí donde me hice con una copia de los escritos que se han conservado de la Rosa Blanca.

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Bibliografía:

Panfletos de la Rosa Blanca, Weiβe Rose Stiftung, Ludwig- Maximilians- Universität, Geschwister- Scholl- Plazt 1, München, info@weisse-rose-stiftung.de. www.weisse-rose-stiftung.de

Durkheim, Émile, (2008), Las forma elementales de la vida religiosa, Madrid, ed.Alianza.

Salvadori, Massimo L., (2005), Breve Historia del siglo xx, Madrid, ed. Alianza.