La historia continua buscando la tumba del rey godo Alarico I, protagonista de hazañas escritas y filmadas. Al igual que otros mausoleos de reyes, las crónicas de la época hablan de joyas y fastuosos monumentos. Arqueólogos e investigadores, excavan en busca de los restos del monarca, que se esconden entre los recovecos de las narraciones y relatos.
Innumerables ejemplos de tumbas ocultas de reyes, faraones y emperadores, continúan siendo objeto de investigación. Pero la espectacular obra realizada, para esconder los restos de Alarico I tiene mención especial en la historia. Fue un gobernante, que asumió y reinó al principio sin pretensiones, procurando solamente asentar su pueblo y dejar la naturaleza nómada del mismo. Aliado de los romanos en un primer momento, luchó con ellos, pero las rivalidades con el emperador romano Honorio, eran insalvables. Este fue el motivo que lo impulsó a conquistar la península itálica, llegando a saquear sin piedad la ciudad de Roma, que era entonces la más poderosa del mundo. Antes de hacerlo, trató de negociar en las puertas de la urbe, exigiendo un millonario rescate para la época, que fue pagado. Sin embargo, cuando buscó especular con las tierras no sucedió lo mismo y su ira lo llevó al gran saqueo de la capital.
Aunque no ordenó derribar los edificios más representativos ni los monumentos, arrasó con la ciudad llevándose tesoros como: el menorah, la mesa del rey Salomón o el conocido candelabro judío de oro macizo, entre muchos otros. Una famosa leyenda, habla de la emblemática mesa de oro relatando que fue llevada a Toledo, ciudad que en su momento se convirtió en capital del reino godo. Durante los ataques del ejército, también se incendiaron otras poblaciones y se llegó a esclavizar a los sobrevivientes de los ataques, en las ciudades que se oponían a rendirse. Solamente los ciudadanos de Atenas, consiguieron evitar el desastre reuniendo una gran suma de dinero y pagando al rey godo.
El rey Alarico I (375-410 d.C.), es conocido por el gran saqueo a Roma que llevó a cabo en el año 410 durante una semana, llevándose un gran botín. Pero después asaltó otras ciudades italianas y falleció, porque contrajo malaria. Sus generales en el afán de honrar a su líder, ordenaron construir una gran obra de ingeniería, donde sería enterrado. Para realizar la misma, trabajaron miles de esclavos elevando un gran muro, con el objeto de desviar el cauce del río Busento. Así fue, como enterraron los restos de Alarico I, junto con magníficos tesoros. Una vez cumplido su objetivo, se procedió a derribar el muro y el río volvió a su cauce, cubriendo la tumba del monarca. Los esclavos que realizaron esta construcción fueron sacrificados, porque de esa forma no revelarían el secreto, tan bien guardado de su tumba. En nuestros días, un puente lleva su nombre y cruza el río donde se cree, que siguen enterrados los restos del gran guerrero.
Esta historia sobre la tumba del rey Alarico I, ha sido confirmada como cierta por los historiadores. Se supone que el grandioso tesoro que se enterró junto al gobernante, existe. Siguiendo estas afirmaciones, se encontrarían en el cauce del río Busento. Para descubrir la tumba oculta, se tendría que secar el lecho del río y realizar las excavaciones necesarias, para hallar los restos del rey y los tesoros. Muestra de lo que se podría descubrir, es la fotografía de la fíbula de oro, que perteneció al asalto de Roma y procede de allí.
Con la muerte de su gobernante los visigodos se desmoralizaron y decidieron vengarse, para cumplir con su fin, tuvieron que designar un nuevo rey que continuará con el proyecto de su antecesor. En el cuñado del rey, llamado Ataúlfo cumplieron sus expectativas, nombrándolo para ocupar el trono. Cuando asumió se cumplieron las costumbres germanas, y el pueblo, golpeando sus armas gritó el nombre del elegido. Las dudas sobre lo que sucedió con el botín que enterraron junto al rey, no han sido confirmadas, pero se cree que está enterrado junto al rey, que cumplió el sueño de sus súbditos. El guerrero y rey Alarico I unificó a su pueblo, pero su tumba permanece sin ser descubierta y debajo de las aguas.