Muchos fueron los que intentaron falsificar el corazón tan bien conservado del hijo de María Antonieta, incluso quisieron hacer creer al mundo, que otro niño estaba ocupando su lugar como heredero. El hijo de María Antonieta y Luis XVI, cuando tenía siete años fue llevado por sus padres (guillotinados tiempo después) a la fortaleza del Temple situada en Paris. Quedó en manos de Simón, quien vivía con su mujer y cuidó del niño, preocupándose por su salud.

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Pero en 1794 al gobernar el Temple Robespierre, obligó al matrimonio que cuidaba del pequeño a dejar la prisión. Una situación a partir de la cual comenzó el peor calvario de Luis, un infante de vida desgraciada. Por órdenes del gobernador se construyó un muro en la misma puerta, fabricando un terrible mundo donde permanecía encerrado el niño. En pocos días el lugar se convirtió en una cloaca con gusanos, mientras dos guardias permanecían vigilando. Cuando cambio el gobernador y cayó el malvado Robespierre, en su lugar asumió Barras, que no dudo en acudir al Temple. Se encontró con el pequeño Luis que no podía andar, totalmente deteriorado y casi en los huesos.

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Asignó un doctor y ordenó que lo tuvieran en mejores condiciones, pero su estado era tan grave, que no pudo soportar su enferemedad y murió en junio de 1795 de tuberculosis. Pocos meses después de su fallecimiento comenzó a circular el rumor de que la esposa de Simón, había sustituido al niño al darse cuenta de su mal estado físico. Otros comentaron que no se conocía el lugar donde fue sepultado, ni tampoco su certificado de defunción era el original. Dos siglos después continuaron las hipótesis, procurando conocer la verdad sobre el infante y su origen, intentaron saber si era o no hijo de María Antonieta y Luis XVI. 

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Escritos y cientos de teorías vieron la luz, hasta que el ADN confirmó que los restos encontrados, eran de Luis XVII. Una vez más la ciencia aportó la verdad, sobre una historia que conmovió a Francia, aclarando el enigma y resolviendo la gran polémica sobre el descendiente. Lo extraño de la historia, tiene que ver con la conservación del corazón que extrajo durante la autopsia el medico que la practicó. Ya en su poder lo conservó en alcohol y éste se momificó, apareciendo en la Basílica de Paris en 1828, pero dos años más tarde desapareció, siendo recuperado por el hijo del doctor y pasando de un sitio a otro, hasta llegar a la Basílica de Saint Denis en 1975.

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Comparándose fuentes de diferente índole, se reveló el misterio pero no se zanjó el debate, porque los estudiosos compararon los análisis con el cabello de quien fue su madre, María Antonieta, además de varios descendientes que permanecen vivos. Entre ellos la princesa Ana de Rumania y también su hermano André Bourbon–Parme. La contundencia en las secuencias del análisis de ADN, no dejan lugar a duda y la variante del estudio se encontró en sus descendientes, los Habsburgo. Por otra parte el profesor Bernard Brinkman, que participó en las pruebas, afirmó que existía “un parentesco más que probable entre esas diferentes personas”.

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Los descendientes de Naundorff, el falso hijo, discrepan sobre la autenticidad de los exámenes, buscando la herencia y la legitimación. Más de cuarenta impostores intentaron ocupar su lugar en el trono y la historia, hasta un indio mestizo quiso reclamar su derecho como sucesor del cual Mark Twain no dudo en burlarse por lo irrisorio de su historia. En aquellos años estos usurpadores fueron encarcelados y otros como fue el caso de Richemont, vivió en la ficción hasta su muerte. Ninguno fue reconocido como heredero, hasta que se exhumó el cadáver para hacer la autopsia nuevamente en 1846 y vieron que las lesiones eran las realizadas en la primera, inmediatamente después que murió.

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Para los monárquicos estos hechos serian favorables a don Luis Alfonso de Borbón (primo del rey de España), como jefe de la casa de Borbón de Francia y también a favor de Enrique de Orleans, descendiente del rey Luis Felipe, último rey de Francia. Un pequeño príncipe marcado por la desgracia de contextura débil y mirada triste, víctima de una historia siniestra que el mundo no debe olvidar.

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