En el antiguo Egipto los cuerpos eran embalsamados y éste fue el caso del faraón Ramses II llamado el Grande, conocido por las espectaculares estatuas y su grandeza como gobernante. Historias, leyendas, libros y películas, buscan testimoniar su vida, pero su corazón parece eterno por los enigmas que conserva.

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El célebre monarca fue un hombre tenaz y duro, que reinó desde los 25 hasta los 92 años. Considerado el gobernante más importante, porque derrotó a los hititas, además de los monumentos y esfinges que mandó construir y permanecen hasta nuestros días. El faraón pertenecía a la Dinastía XIX de Egipto y llegó a gobernar durante 66 años, exactamente desde c. 1279 hasta 1213 a. C. Sobrevivió a varios de sus descendientes y murió muy anciano, siendo enterrado en el Valle de los Reyes. En sus estatuas, se reflejaba un hombre joven, porque eran trabajadas a partir de su rostro juvenil, pero su momia al ser encontrada en 1881, dejó ver la imagen de un hombre muy mayor con nariz prominente y estructura ósea con cara alargada. Es considerado el gran faraón de Egipto, por sus logros y construcciones espectaculares, que ordenaba realizar. Después de su muerte, sus sucesores llevaron a la decadencia a Egipto, recordado como el rey guerrero.

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Entre las tradiciones y creencias egipcias, el corazón era el centro de la persona y allí permanecía viva su alma hasta la muerte, cuando viajaba hacia el más allá. Quienes se encargaban de la momificación, llevaban a cabo un proceso complejo, en el cual extirpaban el cerebro, viseras y órganos, dejando intacto el corazón. Este procedimiento tardaba alrededor de sesenta días y podían pagar este costoso ritual, solamente los egipcios de clase alta y el faraón. Para mantener la imagen de la persona, colocaban estos órganos embalsamados en cuatro vasos canopos, realizando este proceso también con el cuerpo de Ramses II. En esta época el procedimiento era el secado de los órganos, colocándose después en recipientes de arcilla, como los vasos canopos. Durante el siglo XX, se pensaba que se encontraban en el Museo del Louvre los vasos, con las vísceras de Ramsés II. Actualmente se ha confirmado que solo era un mito y que no se sabe dónde se encuentran los vasos canopos, pero su corazón sí continúa en el pecho de la momia de Ramses II el Grande.

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El mito de los Vasos canopos de Ramsés II
Preparados con deidades egipcias los cuatro vasos, que guardaban los restos del faraón, estaban confeccionados en cerámica vidriada, con cuarzos y eran de color azul. Los historiadores cuando fueron adquiridos por el Museo del Louvre en 1905, creían a ciencia cierta que pertenecían al monarca. Esta adquisición fue criticada por la prensa, que decía sobre ellos, que eran macabros por lo que contenían. Por sus inscripciones se deducía que pertenecían a Ramses II, pero se descubrió que en su interior solo había trapos con materia orgánica. La ciencia estudió la momia del rey en 1976, asombrándose ante el corazón intacto, descubierto dentro del cuerpo ya momificado.

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Años después el Museo de El Cairo en 1985, confirmó este hallazgo y las dudas sobre los vasos canopos, fueron mayores. Pero no fue hasta 2007, cuando se desmontó el mito sobre ellos, ante los estudios del equipo de químicos que realizaron las pruebas correspondientes. El grupo de profesionales de la Universidad de Estrasburgo, verificó que se trataba de aceite vegetal y grasa de cerdo, con ungüentos perfumados, que databan del año 1035 a.d.C. Con estos datos, se confirma que los ungüentos y el material encontrado, son posteriores al fallecimiento de Ramses II y de su embalsamamiento. Ante esta certeza el profesor Connan de la Universidad, cree que: “sirvieron para conservar cosméticos en el templo de Ramsés II y eso explicaría las inscripciones que han dado pie, durante tanto tiempo a la confusión”. Se desmitifica así lo sucedido con estos vasos pero permanece el corazón de Ramsés “El Grande”, en su pecho. La eternidad será testigo del misterio, sobre lo que sucedió durante la momificación del último gran faraón de Egipto, hasta que nuevas investigaciones arrojen datos sobre lo acontecido.

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