Herodes el Grande, así era llamado el que fue rey de Judea, destacado político y estratega en su época.
Dejó un legado de grandes construcciones, incluidas ciudades enteras, y también, un reguero de sangre por cada lugar que pisaba, pues fue además, un tirano y un asesino.

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Herodes nace en en Escalón en el 73 a.C, Palestino de nacimiento, pero con costumbres griegas, estaba sin embargo al servicio de Roma (que dominaba en Palestina desde que fue conquistada por Pompeyo en el año 63 a.C).
Su primer cargo fue de gobernador de Galilea, y más tarde dirigiría las relaciones de Roma con los judíos, teniéndose que enfrentar a Antígona, judía de origen macabeo, que resistía contra los poderes romanos y a la que los Partos apoyaban en su lucha.

Pero en el año 40 a.C. Herodes fue nombrado rey de los judíos por el emperador Marco Antonio (pues veía en él el aliado perfecto para conquistar esas tierras) dándole éste carta blanca para recuperar las tierras de Antígona, por lo que entra en guerra contra ella y sus tropas, logrando por fin conquistar el territorio en el año 37 a.C, una vez en el poder manda asesinar a Antífona.

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Ya rey de Judea, era poco popular entre los habitantes de la tierra que gobernaba, pues su llegada al trono era ilegítima, y sus ideas religiosas distaban mucho de los habitantes de la Israel prometida.

La mayoría de los datos que nos han llegado con los detalles de su reinado, pertenecen a las obras que de él escribió Flavio Josefo “La guerra de los judíos” y “Antigüedades judías”.

Es éste último, se destaca que el rey, gobernaba un estado del terror, no dudaba en asesinar a los que no le agradaban o veía como enemigos, ahogaba al pueblo con impuestos, creo una nueva clase noble, nombró sacerdotes a hombres que no cumplían los requisitos para serlo y además, no seguía las normas, ni las más básicas, de la religión judía.

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No se fiaba de nadie, tenía diez esposas y numerosos hijos, pero tampoco dudó en matar a algunas de ellas, incluso a su favorita (Mariamne), y a alguno de sus hijos a los que acusó de conspiración contra él.
Las intrigas palaciegas eran el pan de cada día.
Ansiaba el poder por encima de todo, era implacable.
Según el Evangelio de San Mateo, llegó incluso a ordenar la matanza de todos los menores de 2 años, cuando le comunicaron que había nacido un niño llamado Jesús que sería el rey de Judea, en el episodio que todos conocemos como la matanza de los inocentes, y que propiciaría la huída de Jesús y su familia a Egipto, desde tierras de Belén.
Sin embargo no hay ninguna otra fuente histórica que nos hable de este episodio sanguinario, si bien, dado el carácter cruel de Herodes podría tener verosimilitud, los expertos no se ponen de acuerdo.

La matanza de los inocentes

La matanza de los inocentes

Por otra parte, Herodes, destacó por su papel de gran constructor de ciudades, fundando una capital a su gusto a la que llamó Cesarea Marítima, cuyos restos aún podemos visitar hoy y cuya ubicación está a unos 45km de Tel Aviv.
El nombre, como cabe esperar fue un homenaje a César Augusto, y se trataba de una ciudad amurallada que se convirtió en capital de Judea en el año 5 d.C, y que construyó para que se asemejase a una moderna urbe romana.

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En ella dispuso un teatro y un hipódromo, templos …entre otras construcciones, y además, un gran palacio que le serviría de lujosa morada.
Su puerto se convirtió en el más avanzado de la época, utilizando una ingeniería hidráulica sin precedentes para aquellos tiempos, primero en utilizar el hormigón armado como así se ha demostrado en las excavaciones de la antigua ciudad que no dejan de sorprender a los arqueólogos, sus dimensiones hacían que pudiesen atracar en él más de cien naves, algo inusual en la época.
En el puerto un faro, a imagen y semejanza del de Alejandría.
El palacio del rey estaba situado frente al mar, y no le faltaba detalle, con embarcadero privado, se construyó alrededor de una gran piscina interior rodeada de columnas, y todas las estancias contaban con lujosos mosaicos que las decoraban.

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El hipódromo fue conocido como Circo de Herodes, dado que era muy parecido al Circo Máximo de Roma, con cabida para 15000 espectadores, sus gradas aún se conservan.
El teatro, al sur de la capital, contaba con capacidad para 4000 personas, y era el más grande de Israel, las columnas estaban erigidas con granito traído expresamente de Egipto. En la actualidad las gradas han sido reconstruidas, a falta del escenario, por lo que se puede ver el mar desde ellas.

También contaba la capital con un gran acueducto que llevaba agua a toda la población desde el lejano Monte Carmelo (contaba con 9km de largo).

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La ciudad pudo haber sido de las mejores en sus tiempos, y fue creciendo, manteniéndose como gran urbe hasta la llegada en el S.VII, de la conquista árabe.

La reconstrucción del Templo de Jerusalén fue también una de sus mayores obras.
El templo original habría sido erigido por el rey Salomón y que había sido llevado a la ruina.
Según las descripciones de Flavio Josefo, estaba construido en mármol blanco y recubierto con placas de oro, deslumbrando los días en que el sol brillaba con más fuerza.

Templo de Herodes
Las piedras que lo formaban podrían haber pesado, según los documentos que nos han llegado unos 400 kilos.
El templo fue llamado Templo de Herodes, pero también Segundo Templo de Salomón.
Las tropas de Tito en el 66 d.C, lo destruyeron en su mayor parte, durante la guerra que liberaron contra los judíos que se oponían a que los romanos rigiesen sus tierras, siendo destruido por completo en el 135 d.C, quedando tan solo en pie unas pocas piedras para el recuerdo, cabe decir, que esas piedras son las que forman un muro, que es el que hoy conocemos como el Muro de las Lamentaciones, del cual se dice recibió ese nombre, dado que Tito lo dejaría en pie, para demostrarle al pueblo lo que podrá pasar si volvían a rebelarse.
Levantaría en Jerusalén también, la llamada fortaleza Antonia (fortificación con cuatro grandes torres, emplazamiento militar estratégico que debe su nombre, como no, a Marco Antonio), otro palacio y varias torres.

También construyó el rey Herodes, pequeñas ciudadelas como son Masada, Hircarnia o Maqueronte.

En Masada construye una imponente fortaleza, en un monte en el desierto, con un palacio lujoso en tres niveles, y además con termas, dotadas de calefacción y letrinas muy avanzadas con sistema de desagüe de deshechos, podríamos denominarlo como un balneario de la época, eso si, para gente de alta alcurnia.

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Palcio y fortaleza de Masada

El Herodión, fue otra de sus proezas arquitectónicas, situado también en lo alto, contaba, en la parte superior con otro de sus palacios, con una torre de cinco pisos, y es donde, según las investigaciones bastante recientes (2007)se hallan los restos de la tumba del rey de Judea, pero no han podido ser constatados con veracidad.

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El enterramiento de éste y la procesión a su muerte también son narrados por Flavio Josefo en sus escritos.
Herodes, por lo que se sabe, muere tras una enfermedad larga y agónica, no sabemos cual concretamente, barajándose las hipótesis de un cáncer, gangrena o algún problema renal grave.

Como última voluntad, y demostrando una vez más su crueldad, no quiso que la gente celebrase su muerte, pues quería ser llorado, así que dispuso que el día que muriese, se ejecutasen a personas conocidas de Judea, para que el luto fuese oficial. No tenemos constancia de que se cumpliese tan siniestro deseo. así lo describe Flavio Josefo en “Las guerras de los judíos”:

Desconfiando ya de su salud, mandó dar a sus soldados cincuenta dracmas, y mandó repartir mucho dinero entre los regidores y amigos que tenía; y como volviendo hubiese llegado a Hiericunta corrompida su sangre, parecía casi amenazar él a la muerte. Entonces pensó una cosa muy mala y muy nefasta, porque mandando juntar los nobles de todos los lugares y ciudades de Judea en un lugar llamado Hipódromo, mandólos cerrar allí. Después, llamando a su hermana Salomé y al marido de ésta, Alejo, dijo: “Muy bien sé que los judíos han de celebrar fiestas y regocijos por mi muerte, pero podré ser llorado por otra ocasión, y alcanzar gran honra en mi sepultura, si hiciereis lo que yo os mandare; matad todos estos varones que he hecho poner en guarda, en la hora que yo fuere muerto, porque toda Judea y todas las casas me hayan de llorar a pesar y a mal grado de ellas.”

Fue sucedido por su hijo Herodes Antipas, que fue el que realmente coincidió con Jesús,  el asesino de Juan Bautista con la ayuda de su tía Salomé.

Herodes el Grande muere siendo un rey muy odiado por su pueblo, pero dejando, sin embargo, un magnífico legado arquitectónico que haría que fuese recordado por siempre.

Pasados después cinco días de la muerte del hijo, murió Herodes, habiendo reinado treinta y cuatro años después que mató a Antígono, y treinta y siete después que fué declarado rey por los romanos. En todo lo demás le fué fortuna muy próspera, tanto como a cualquier otro; porque un reino que había alcanzado por su diligencia, siendo antes un hombre bajo y habiéndolo conservado tanto tiempo, lo dejó después a sus hijos. Pero fué muy desdichado en las cosas de su casa y muy infeliz.